Veranear en el pueblo

Vivo en un pueblo en el que pasé mi más tierna infancia, hasta que fui adolescente (sí también fui emigrante). Viví desde muy pequeña la emigración de la población de los años 60 y 70 a otros lugares y países hasta quedarse casi vacío, pero este “casi” es lo que hace este proceso interesante.

Muchos de esos emigrantes no vendieron sus casas, sino que por distintos motivos las conservaron. Así hicieron posible que a pesar de la distancia y de las distintas vicisitudes de la vida hayan hecho de volver al pueblo por vacaciones una rutina.

He contado hasta una cuarta generación de retornados por vacaciones. No se pierden la Semana Santa, los puentes y sobre todo “el Veraneo”

Conectar con las raíces

Es ya como una rutina en sus vidas, y es que aparte de volver a sus raíces, al traer los padres a los hijos con ellos desde muy pequeños, estos niños hacen amistades de por vida, se reconectan con las raíces de padres y abuelos y no se pierden el pueblo por nada.

La ausencia de ciertos peligros que tiene la ciudad hace que las padres se sientan tranquilos cuando sus hijos les dicen que van a jugar a la plaza, a las pistas o a la piscina. Y es que si España es uno de los países más seguros del mundo, los pueblos se llevan la palma, así los niños disponen de una libertad única.

Muchos de estos emigrantes retornados por vacaciones admiten que no pasan todas sus vacaciones en el pueblo, muchos van a la playa, otros países, etc, pero lo que te confiesan la mayoría es que su semana en el pueblo no la perdonan, bien sea en primavera, o verano, el reencuentro con los amigos de la infancia, vivir las fiestas, bailar en la verbena, tapear,etc.

Comprar casa en el pueblo

Algunos compran casa en el pueblo, ya que se juntan muchos en casa de los padres porque claro, las familias crecen…en fin que durante unas semanas en verano, los meses de julio y agosto los pueblos pequeños se llenan de gente con ganas de vivir con espíritu festivo el reencuentro con los familiares y amigos y cada año se van añadiendo generaciones nuevas que aportan una esperanza a estos pueblos centenarios que estaban condenados a desaparecer.

Quien sabe, quizás las nuevas tecnologías y una nueva economía obren el milagro y vuelvan a repoblarse, por lo pronto muchas casas han sido rehabilitadas como segundas residencias para muchos de esos primeros emigrantes que 40 o 50 años después se han jubilado y quieren regresar a pasar largas temporadas en el pueblo, sobre todo en primavera o verano.

Así, estos pueblos pequeños vuelven a la vida aunque sea unas semanas al año, en verano pueden triplicar la población o quintuplicarla, los bares se llenan, y a pesar del calor, se sale a la calle…cuando las temperaturas lo permiten. Así, si en invierno parece abandonado, ahora en verano se ven pandillas de 10 ó 15 chavales por las calles o en la piscina: punto no solo para refrescarse de las altas temperaturas, sino de encuentro social.

Alcollarín.

El pueblo donde vivo actualmente se llama Alcollarín, está situado en la provincia de Cáceres, región de Extremadura. Tiene puestas sus esperanzas actuales en el turismo ornitológico y rural, gran fuente de ingresos que esperemos den sus frutos más pronto que tarde.¡A reinventarse toca !

Por cierto que fue el primer pueblo en inventar una fiesta de verano en Honor al emigrante, que continúa celebrándose más de 50 años después. Se la debemos a un alcalde que fue emigrante él mismo Santos Carrasco Fabián. Desde aquí mi gratitud. Siempre en el corazón papá.